Con las primeras validaciones hechas, llega el momento de formalizar el proyecto y fortalecer su estructura. En esta fase, el emprendedor se enfrenta a desafíos más técnicos y administrativos: registrar el negocio, acceder a financiamiento, planificar recursos, establecer canales de venta y consolidar clientes. Es también el momento de articular redes de apoyo, buscar mentorías, ingresar a programas de acompañamiento o incubación, y aplicar conocimientos de gestión. El camino a la cima implica un esfuerzo sostenido por transformar una iniciativa en una actividad económica estable y viable. Aquí se combinan habilidades acumuladas con aprendizajes recientes para lograr las primeras ventas consistentes y dar credibilidad al proyecto. Es una etapa de consolidación que exige disciplina, planificación financiera y visión de largo plazo.